1 de noviembre de 2007

Las ventanas no lloran por Santiago Asorey

No se porque me junte con Rulos, mi amigo de otros tiempos. Se acaba de ir. Lo despache: Una valija con destino al país de nunca jamas. Apago la televisión. Refleja una versión mas oscura de mi. Uso tapado James Smart, corbata Hermes, camisa Lacoste. No son nombres propios, son los nuevos adjetivos de mi vida. ¿En que carajo me convertí? Yo estaba destinado a morirme, con una botella de vodka en la mano y un poema atravesado en los huevos.

Miro desde mi habitación a través de la ventana. La lluvia fina hace interferencia en el aire. Parece un televisor descompuesto. Los autos van y vienen. No tienen tiempo. Ultimamente yo no tengo tiempo para nada. Me recuesto y sé que se viene el torbellino en mi cabeza. Las personas no vuelven. Las palabras pronunciadas tampoco. Pienso en las cosas que perdí. Pienso en mis amigos de esos años. Pienso en el cementerio cerca de casa. En las estatuas y los ángeles de mármol. Pienso en el Zurdo sentado en alguna tumba: Un gato desesperado con anteojos negros. Pienso en Rulos. Me pregunto si todavía sueña con la mujer que lo dejo. Pienso en el Dealer. Su madre en sus brazos. Dura como un maniquí, empastillada hasta el alma. Es la Piedad con los roles cambiados. Fue una realidad invertida y nosotros parte de esa realidad. Los domingos visitábamos el cementerio para escaparnos del Barrio. Y ese lugar se transformo en un asilo para nosotros. Nuestro ambiente natural.
La ultima fiesta fue un laberinto. Puertas que se abren y todos aparecen con tubos de vodka en la mano. Siento los ojos rojos como adornos de Navidad. El Zurdo como siempre, pasado de todo. Yo pregunto que se tomo y nadie me contesta. Animales peligrosos. En la otra punta esta Rulos. Lo veo con la chica del flequillo. En mi cabeza, el todavía la ama. Ella es hermosa. Tiene mirada transparente. Él va tardar mucho tiempo en descubrir su peligro. Ella también va a cambiar. Todos nosotros vamos a tardar mucho tiempo en descubrir que éramos los Bambis de la película que fueron esos días. Todavía recuerdo la puerta que se cierra. El pasillo. El sonido de una batería. Un teclado que fermenta odio. La voz de una mujer que me va romper el corazón por primera vez. Un bajo que parece una aplanadora. Es igual a aquel juego de autos en donde el objetivo era atropellar. Y nunca creímos que la vida nos podía atropellar a nosotros.

En esta misma cocina hasta hace unos minutos. Rulos y yo, compartíamos una cena. Sé lo que él pensaba de mí. Que soy otra persona y uso traje y me levanto temprano. Y tengo olor a mierda importada de Europa. No le pare de hablar boludeces. De impuestos y otras tareas de las cuales me encargo. Sé las repetí como si fuesen importantes. Como si aumentara la importancia por la cantidad de veces que uno lo repite. Rulos después de tantos años, había aprendido a callarse. En el pasado fue un ovejero alemán suicida. Ahora ya no dice lo que piensa. Y mientras me contaba sobre lo que había vivido en los últimos años, hizo un breve inventario de nuestros amigos. El Dealer se mudo al campo. El Zurdo se fue a Cuzco. Yo empezaba a sospechar que al callar tendríamos que enfrentarnos con lo inevitable. Miradas que resbalan. Miradas imposibles.

Decir: Yo he conocido un puerto. Es decir: Algo ha muerto. ¿En donde leí eso? ¿Porque lo recuerdo ahora que Rulos se fue? No extraño a Rulos. Extraño al chico que fue. El que escribía los sueños en un cuaderno y se emocionaba con las mismas canciones que yo. Aunque tal vez, él este intacto. Y yo en cambio sea el otro. Afuera sigue lloviendo. Me pierdo en la lluvia. Gotas pegadas contra el vidrio se deslizan como hombres que saltan de un edificio en llamas. Las ventanas no lloran. Mi edificio no esta en llamas. Mi corazón sin embargo es otra historia.

6 comentarios:

Alejandra dijo...

Este texto tuyo es una institución del taller. Me encanta. Y el final es absolutamente maravilloso.

Anónimo dijo...

muchas gracias ale. Que lindo es escribir algo que llegue a los demas. Aguante el blog. Un beso. Santi

Anónimo dijo...

Cuando yo sea horriblemente viejo. Cuando ademas de viejo sea impertinete y mal educado (ya lo soy un poco). Cuando confunda las cosas leidas y las pensadas, a los conocidos con los imaginados. Cuando siga teniendo en claro quienes son mis amigos. Cuando el nombre de todos los perros que me acompañaro en esta vida y, tal vez, en las proximas que mi karma decida que tenga, sigan siendo tan claros como ahora. Cuando todo esto pasé, voy a poder decir que te conocí cuando eras un joven escritor y te tentabas de risa por secretos mal guardados. Y que lei tus textos antes de que fueran publicados. Contaré que cenabas a las siete y media y que usabas un sobretodo que yo, de pura envidia, decia que era de tu abuelo. Entonces los pocos que me escuchen (todos estarán pendientes de vos), me preguntaran si estoy seguro de que se trata del mismo Santiago Asorey de quien hablo. Nadie escucha con demaciada atencion a los viejos borrachos, y menos si se las dan de leidos. Me preguntaran tambien si estoy seguro de haber leido tus libros y si no me estare confundiendo de autor. Como si yo, borracho y drogado, pudiera confundirme de autor. Podre confundirme de novio pero de autor jamas. Por mas viejo o borracho que sea. Yo no les daré imprtancia y diré que si, que seguramente, me equivoco. Ellos, seguros en su certidumbre me dejaran tranquilo con tus textos. Con eso, creo, que mas sera suficiente para mí. Daniel el adiestrador.

Anónimo dijo...

Muchas gracias a los dos. Dany y Ale para mi son mas Maestros que compañeros. Les agradezco sus palabra.
Santi

Alejandra dijo...

Cuando recién te conocí creía que eras una joven promesa de las letras argentas. Ahora que pasó algo de tiempo, ya no pienso así. Creo de verdad que tu talento enorme no es ninguna promesa (porque las promesas son siempre algo que todavía no sucedió), sino que es ya, hoy, una realidad maravillosa. Estás lleno de literatura de la hermosa, de la buena, de la mejor. Que siempre mantengas vivo esa pasión que late en tus textos,
A.

{ maría } dijo...

hola, ya voy por el 3ro de los pitocuatro del taller de los martes y estoy más que emocionada. Es un privilegio, un honor haberlos leído. Las ventanas no lloran me encantó.y la ceremonia de las teteras y el perro en el lodo la traición y entre tanto el tiempo. chicos , yo de este taller no me muevo: son unos maestros! bsos. María.