21 de noviembre de 2007

"La oscuridad de Tokio" por Santiago Asorey

Mama se encerró otra vez para llorar. Quiero llegar a ella y no puedo. Quiero abrazarla y no se ni como mirarla a la cara. Vuelvo a mi habitación a esconderme entre las sabanas. Manoteo la mesita de luz, enciendo la lámpara. Vuelco un vaso de agua sobre un libro. No puedo abrir bien los ojos. Hace unas horas la trajeron a mama del hospital y no quiere ver a nadie. Esta destruida piensan todos. Mis hermanas rezaron para que mi hermano logre salir de la incubadora. Miro un llavero Japones. Los colores brillan como si en otra parte del mundo, las cosas no estuviesen tan llenas de muerte. Nadie contesta el teléfono. No aguanto los mensajes de condolencias. No aguanto no animarme a entrar a la habitación que le tenían preparada. Una cuna del tamaño del cajón. Osos de peluche por todos los estantes. El algodón de los peluches es blanco y atrás de la persiana me imagino las calles de siempre. Mi barrio es diferente. Edificios impecables. Calles llenas de columnas de mármol. De trajes negros y corbatas con formas de águilas. En este barrio podría ser un infiltrado pero hay a veces que pienso que es la excusa perfecta para no irme nunca. La gente acá solo se muere de vieja. Siempre apretando el culo para que la mierda no arruine la solemnidad del momento en el que se van para siempre. Todo lo que diga del lugar en donde nací me hunde mas y mas.

Quiero matar cosas que existen adentro mío. Quiero que desaparezca toda la gente que estuvo en casa estos dias. En el cajón hay una bolsa de consorcio negra. Nunca metería la cabeza adentro de la bolsa. Nunca la cerraría en el cuello. La botella a papa le costo quince dólares. Él piensa que esta en el living. Abro el cajón en donde la guarde. Vodka absolut. Te venden un adjetivo. La borrachera absoluta. Yo quiero la redención absoluta pero eso no viene en botella. Subo al mango una canción de Zeppelin. Escucho de los parlantes. Animales gimen desesperados en el ojo de un basurero. Mastican vidrio molido como si fuese pan. Me desperté del todo. La lucidez es una condena. Un tumor invisible creciendo en mi alma. Miles de metáforas que se me ocurren para evitar la puta verdad. La verdad del ataúd de mi hermanito. El tamaño del ataúd en mis dedos que no paran de temblar. El ataúd tiene el tamaño de un microondas. Un amplificador. Una olla bien grande. El dolor comprimido. Sacudo la pared con lo primero que encuentro. No me importa. Cada dos meses la pintan de vuelta.

El teléfono no para de sonar. Nadie contesta. Papa se fue a la oficina. La trajo a Mama y hoy ya se fue a organizar algunos asuntos de trabajo. Para algunos es mejor seguir y no parar. Y en cierta forma yo también hago lo mismo. No puedo abrir bien los ojos aunque diga que si. No puedo sacar lo que sea que tengo adentro. Mis hermanas todavía duermen. A veces me siento como un desconocido que vive en su casa. Me olvide de lo temprano que era. Palpo la botella y no me animo abrirla. A esta hora nunca. La casa sigue igual. Mama en el baño y yo arrodillado. Siento que todos estamos arrodillados. Un reloj digital marca las horas de diferentes ciudades. ¿En Japón es la noche de ayer o la noche de mañana? Yo elijo que sea ayer. En Japón todavía es de noche y somos una familia feliz. Estamos llenos de amor, papá no esta en la oficina. Mama no esta encerrada en el baño y mi hermano no esta muerto. Las calles de la ciudad amanecen. El pasillo al que le tuve tanto miedo cuando tenia cinco años, vuelve a llenarse de fantasmas. Me tapo la cara con las sabanas, cierro los ojos. Y mi habitación se sumerge definitivamente, en la oscuridad de Tokio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estes es uno de los cuentos mas maravillosos y tremendo s que he leido en mucho tiempo. Tengo 43 años y eo dsde los 6. Muchas gracias por la emocion de tu relato. Daniel el adiestrador.

Anónimo dijo...

muchas gracias Dani!!!! Que lindo es saber que a veces llega lo que uno escribe. Un abrazo grande.
Santi

Anónimo dijo...

Al libro q estoy leyendo, voy a robarle una frase para regalártela: Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada. Cuando la leí hoy en el subte, sentí un escalofrío raro ¿alguna vez, para hacerte una joda, te sumergieron en el agua y no te dejaron salir por un ratito? Bueno, quizás se pareció un poco a eso. Semejante capacidad de síntesis me pareció terriblemente perversa para con el resto de la gente, me hizo sentir tonta, no sé... En fin, pensando un poco en eso y releyendo lo q escribiste, sentí que habías logrado escaparte de esta sentencia horrible q nos encaja el mundo y en el que, de alguna manera, encajamos. Sentí que escribiste con el corazón, pero no en el sentido figurado que le damos a esa palabra, sino con el corazón que es carne, que es sangre, que lucha x no pudrirse en la heladera de las puertas q no nos atrevemos a abrir. (may)

Anónimo dijo...

La verdad que el cuento me hizo sentir la sangre fluir nuevamnete, me encontraba deprimido hacia casi 5 meses medicado. Logre superar mis problamas personales. gracias santi asorey, mi familia te lo agradece.

fran de La Horqueta, San Isidro