11 de enero de 2008

Deja tu comarca entre las fieras por Marosa Di Giorggio, para los que extrañan este marosazo ya publicado alguna vez.

Deja tu comarca entre las fieras y los lirios y ven a mi esta noche, oh mi amado, monstruo de almíbar, novio de tulipán, asesino de hojas dulces. Así, aquella noche lo clamaba yo de portal en portal junto a la pared pálida como un hueso. Todo llena de un miedo irisado y de un oscuro amor. Ya era la edad en que las abuelas habían retrocedido a moradas de subtierra y solo sus almas perduraban encadenadas a las lámparas estremeciendo mariposas verdes y amarillas a la hora de los fuegos y los rezos. Oh mi amor lo clamaba yo de puerta en puerta de muro en muro. Perdí mis trenzas, estoy desnuda, se cayó el sándalo de los medallones, la luna paró sobre las chimeneas su trineo de coral. Y no vienes, hombre, rosa, crimen, corazón. Voy a quebrar las almendras a comer alabastro amargo, voy a matar los panales, me has hecho imaginar inútilmente tus medulas de sándalo, tu corazón de fuego. Ahora se reirán de mí las muertas que se acuerdan de tu amor. Así mentía yo abrazada a su melena de oro, a su terrible miel. Él hablaba una lengua casi inteligible pero un rocío voraz, una lepra de flores le terminaba el rostro y dentro estaban el azúcar y las cruces y los espejos con olor a jacinto. No acercamos a las mesas. Las abuelas renacieron en las lámparas. Le dije que iba a guardarlo, que iba a besarlo, que iba a guardar su corazón entre las piñas, y los licores y las medallas. Otra vez jardín y sombra y columnas rotas y los cisnes serios como hombres. Empecé a matarlo porque no digas mi amor a nadie. A entreabrirle los pétalos del pecho a sacarle el corazón. Él se apoyó en mis brazos. Le latía con locura el almíbar de los dedos. Empezó a morir. Cerca del bosque empezó a morir. Rompí a llorar, voy a matar los panales, voy a quebrar las almendras a comer alabastro amargo. Su muerte siguió a lo largo del bosque. Quise recogerla en mi saya, reunirla en mis brazos, abrazarla. Voy a tener hijos de almíbar y de pétalo y no podrán besarte OH mi novio de miel, mi tulipán. Lloraba desesperadamente. Quería juntar los pétalos. Reconstruir la miel, sacarlo de la muerte, ganarlo para siempre, que no tuviera fin este poema.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

acabo de leer este poema. siento que alguien adentro mio no para de llorar. gracias por el poema.

Santi

Alejandra dijo...

El poema es terrible, es hermoso, y también tiene algo de esa cursilería honda del amor, o mejor dicho de la pasión, esa cosa de te devoro-me devorás, te mato-me matás, ese sentimiento insalubre y sin embargo indispensable.
Extraño la pasión y sus cursilerías y sus abismos.